Una mujer trans, ¿es una verdadera mujer? El término trans se refiere a “aquellas personas cuya identidad y expresión de género se diferencia de las que están típicamente asociadas con el sexo que les fue asignado al nacer.” De acuerdo con esto, una mujer trans sería alguien que biológicamente es hombre pero se identifica y expresa como mujer. Pero hay más.
La definición citada señala que el sexo no es algo que a uno le venga dado, sino algo que le es asignado. Con esto se da a entender que los marcadores biológicos con los que se asocia el sexo —cromosomas, genitales, estructura ósea, etcétera— no son determinantes al momento de definir la identidad sexual. Más aun, podrían generar confusión, pues harían que a uno le asignen una identidad que no se corresponde con la propia.
De estas consideraciones se desprende que no se nace mujer, sino que ser mujer depende enteramente de la propia elección. Así, una mujer trans sería tan mujer como una mujer cisgénero —mujer que se identifica con el sexo ‘que le fue asignado’ al nacer—. Sin embargo, ¿es consistente este planteo?
1. El significado de ser mujer
Si alguien que nace varón pero se percibe mujer puede ser considerado tan mujer como alguien que nace mujer, en última instancia, ser mujer es algo que depende del propio querer. Cualquiera puede ser mujer con el solo hecho de quererlo.
Bajo esta consideración, los tratamientos hormonales o las mutilaciones quirúrgicas se ordenan a que eso que uno afirma que es, se exprese mejor físicamente. Es decir, no es que un varón entra al quirófano siendo varón y sale de él siendo mujer. Ese varón sería mujer porque se siente mujer, y entra al quirófano para que su cuerpo se adecue a su sentir.
Si un varón puede ser mujer con sólo quererlo, entonces ‘mujer’ es un término vacío, y la feminidad carece de significación en sí misma, así como de valor. Si ser mujer depende del propio querer, en última instancia, el parámetro lo pone cada uno. No tiene sentido tratar de definir la feminidad, pues el querer es tan diverso como diversas son las personas. Siempre habrá alguien que sea mujer —porque así lo quiere— y no se ajuste a la definición propuesta.
2. El juego de la corrección política
Cuando se propone reflexionar en voz alta sobre estos temas, muchas veces se trata de censurar el debate apelando al drama de muchas personas que luchan por el reconocimiento de su identidad sexual. La expresión de estas ideas se toma a veces como un ataque directo hacia esas personas. Y es ataque porque hiere su sensibilidad. Por eso, no es ‘políticamente correcto’ plantear estos temas.
¿Qué es la corrección política? La corrección política implica que en el debate público se pongan los sentimientos por encima de la búsqueda de la verdad. La verdad es la adecuación entre el intelecto y la realidad; es decir, hay verdad cuando lo que uno piensa —y en consecuencia, dice— se corresponde con la realidad. La búsqueda de la verdad pone en el centro la realidad tal cual ella es.
Los sentimientos, en cambio, hacen que el acento del debate esté puesto en el sujeto. No importa cómo son las cosas; lo que importa es lo que uno siente, o cómo uno quiere que las cosas sean. En este escenario, no es posible un intercambio de ideas. Las ideas de cierto grupo simplemente se imponen, y con la excusa de no herir los sentimientos, se evita que puedan ser cuestionadas. Esto, en última instancia, anula toda posibilidad de reflexión.
3. Qué hace a una mujer ser tal
Darle contenido y valor a la feminidad implica reconocer que ser mujer es algo que viene dado. Es decir, se nace mujer, y eso no cambia. ¿Qué hace que alguien sea mujer? Aunque ser mujer no se limita a lo biológico, esto sin duda juega un rol importante. Los genes, los cromosomas, el sistema reproductivo, la estructura ósea, la estructura cerebral, todo esto es parte de lo que hace a una mujer ser tal. Pero hay más.
El cristianismo arroja luz sobre el misterio del ser humano enseñando que este es una unidad de cuerpo y alma. Esto nos permite afirmar que así como hay un cuerpo de mujer, se podría hablar también de un alma de mujer que forma una unidad con ese cuerpo. Y esto hace que la significación del ser mujer trascienda lo puramente biológico y se extienda a todos los ámbitos en los que se despliega el obrar del ser humano, incluyendo el espiritual.
Por eso la presencia de la mujer ilumina todos estos ámbitos de una manera particular. Enriquece la dimensión del estudio con su particular intuición. Humaniza el ámbito laboral con su especial preocupación por el ser humano concreto. Da color al ámbito del deporte con la gracia que sólo ella tiene. Hace que el hogar realmente se sienta como tal con esa calidez que le es propia.
4. Ser mujer y maternidad
Si bien son muchos los elementos que dan valor a la feminidad, uno que juega un papel importante es la maternidad. Es cierto que no toda mujer llegará a ser madre, y tampoco es necesario que una mujer ejerza una maternidad biológica para ser plenamente mujer. Sin embargo, vivir a plenitud la feminidad implica poner en acto aquellas potencialidades que disponen a una mujer a ser madre.
La maternidad implica que el cuerpo y el alma de una mujer estén preparados para albergar vida en su interior. Y no albergarla y nutrirla como si se tratara de un parásito, sino que la mujer es capaz de entablar un vínculo —aunque sin palabras ni conceptos— con ese hijo que se gesta en su vientre. Vínculo que se hará más fuerte con la lactancia, en la que la ausencia de palabras no será obstáculo para una profunda intimidad entre madre e hijo. La mujer, de su cuerpo y alma, da vida.
Esto le da a la mujer una disposición hacia la vida de la cual carece el varón. El corazón de una mujer, su alma, tiene una sensibilidad diferente respecto de la vida. Y vivir el ‘ser mujer’ implicará tomar conciencia de esa potencialidad y vivirla. Alguien que ve la maternidad solamente como una carga y la rechaza, deja de lado un rasgo que le da un tono propio a su feminidad. Y por más que una mujer no llegue a ser biológicamente madre, la plenitud de su feminidad pasará por abrazar las potencialidades que brotan de esa posibilidad de albergar vida en su interior.
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El movimiento cultural dominante se dirige hacia un escenario en el cual la feminidad queda cada vez más despojada de contenido. Es importante reflexionar acerca de hacia dónde nos lleva ese movimiento y estar dispuestos a ir contracorriente cuando lo que corresponda hacerlo.
El P. Daniel Torres Cox dirige el equipo de Ama Fuerte. Lo encuentran en @daniel.torrec.