Muchos esposos nos preguntan: “¿Qué vale y qué no en las relaciones sexuales?” Es lógico: cuando uno no sabe, pregunta. Y se merecen una explicación.
Mirad, la sexualidad no es diferente a otras facetas de nuestra vida. Pero sí es de esas facetas que repercute de forma importante en nuestra personalidad.
Vamos a ver, en nuestra opinión, qué vale y qué no.
1. No vale ir en contra de nuestra conciencia
No vale ir en contra de nuestra conciencia. Por lo tanto, hay que formarla muy bien. Ir en contra de lo que deseamos o pensamos hará de nuestra vida un infierno. Hay que pensar cómo queremos cada uno vivir la sexualidad. No podemos actuar por inercia, aunque sea buena para otros. Si no damos sentido a lo que queremos, y no lo sabemos explicar, actuaremos como autómatas.
2. No vale forzar la voluntad del otro
No vale forzar la voluntad del otro. Cada ser humano es único e irrepetible. Lo que a uno le gusta o excita puede no vivirlo así el otro. Esto muchas veces no se entiende y, a veces, la gente busca y pide reglas inmutables, rígidas, aplicables a cualquier persona y situación. No las hay.
Las personas, al ser únicas, su sexualidad también lo es. Por eso, alguien puede haber tenido un montón de relaciones sexuales y pensar que conoce al otro sexo. No es verdad. Tendrá a lo más una idea de lo que a sus amantes les gustaba, pero no necesariamente sabrá lo que le gusta a la persona con la que ahora está. Debemos de ser muy claros en esto. Decir “esto sí” o “esto no.” Violentar la voluntad del otro es inaceptable.
3. Vale ver el sexo como algo limpio y transparente
Vale ver el sexo como algo limpio y transparente. Evidentemente. Pero hay una tendencia al morbo. Tanto por los que se erigen como “guardianes de la moral y las buenas costumbres” como por los que se empeñan en ensuciar todo —y cuanto más, mejor—. Los dos son un peligro.
No sabemos la razón, pero los dos quieren ver en el sexo algo morboso, enfermo, cuando en realidad se ha creado limpio y transparente. Hay que ver la sexualidad como lo que es: un regalo de Dios. Con lo cual, hay que disfrutarlo en el matrimonio a tope. Dios sonríe y disfruta viendo un matrimonio entregándose mutuamente.
4. Vale todo lo que nos sirve para amarnos y entregarnos
Vale todo aquello que nos sirve para amarnos y entregarnos. Cualquier acción amorosa que lleve como finalidad a la entrega mutua en el coito, y es aceptada libremente por los dos es válida. Llegados a este punto viene la pregunta: “¿Y el sexo oral?” La respuesta es clara. Sí, claro, como un acto que prepara la entrega mutua en el coito, y no aislado de él. Pero sólo si los dos libremente lo quieren y les une. Si sólo buscan masturbarse, evidentemente, no.
En los previos debe estar todo encaminado a la entrega mutua. Es decir, al coito. Porque buscar el placer por separado no une. En el coito, lo ideal es llegar juntos al orgasmo. Disfrutar juntos de ese momento.
5. Vale buscar el orgasmo
Vale buscar el orgasmo. Mucha gente dice: “El orgasmo no es importante. Lo importante es estar juntos”. Lo sentimos, pero si está puesto, debe ser importante. En nuestra opinión como creyentes, ¿cómo podemos decir que algo que Dios ha puesto para unir a los esposos no es importante?
Es verdad que algunas veces uno de los dos no llega y el otro sí, pero se disfruta por amor viéndole llegar al otro. Pero no puede ser que la gran mayoría de las veces pase esto. Algo no funciona. Es momento de centrarse en el por qué no se llega al orgasmo. Después de llegar al orgasmo los dos, la relación de pareja es más fluida. Por todo esto, en nuestra experiencia profesional y personal, el orgasmo es importante.
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Un apunte más. Si todo en el sexo lo ves asqueroso y turbio, no te cases. Espera a aclarar las ideas. Puedes hacer mucho daño al otro.
En resumen, en las relaciones íntimas todo “vale” si buscamos ese encuentro (coito), porque ahí se da visualmente la entrega y formamos un solo cuerpo. “No vale” nada, ni el coito, si nos buscamos a nosotros mismos y nuestro placer egoísta.
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