Habremos escuchado en múltiples ocasiones —entrevistas de famosos, o hasta conversaciones con gente cercana a nosotros—, cuando lamentablemente se termina alguna relación amorosa, que ante la gran pregunta respecto de por qué fue, muchos mencionan un tema: “se acabó el amor”. Es curioso, ¿verdad? Porque, si hablamos de un amor que se acaba, hablaríamos de un Dios que también tiene su fecha de caducidad. Y pensar esto es realmente triste.
Pero, ¿realmente el amor se habrá terminado?, ¿o será simplemente una excusa para no hablar de nuestra falta de compromiso con el amor y con las relaciones? ¿O quizás será que lo que se acabaron fueron nuestras ganas de luchar en el día a día por un amor duradero?
Efectivamente, en lugar de decir que se acabó el amor, deberíamos ser más sinceros con nosotros mismos y decir la verdad.
El amor no se acabó: se acabaron los valores
El respeto, la empatía y la responsabilidad de vivir en una relación son valores que han de trabajarse en el día a día. Pero lamentablemente muchas veces los dejamos de lado, por momentos fugaces y sentimientos que desordenan nuestra mente.
El amor no se acaba en una relación así porque se quiera: somos muchas veces nosotros quienes volteamos a ver a otro lado, y damos paso a otras personas a nuestras vidas, personas que, de manera fugaz, ingresan para desequilibrar nuestros valores.
La infidelidad existe, así sea de solo pensamiento; y muchas veces es por este tipo de situaciones que culminamos nuestra relación para decir tontamente, “el amor se acabó, ya no era lo mismo”. Y claramente eso no fue así, porque quien permitió el desliz quien faltó a sus valores, fue quien dejó de amar primero.
El amor no se acabó: se acabó nuestro compromiso
El amor es concreto y está en el sentido de responsabilidad que adquirimos por nuestra pareja. En ese sentido, entenderemos que aquellas promesas que se hicieron al inicio de la relación han de cumplirse hasta el final. Y, aunque existan inconvenientes y momentos de dureza espiritual, nunca ha de olvidarse el compromiso de amar en la adversidad.
Probablemente esto en el enamoramiento pueda ser aún un vaivén de emociones, pero en el matrimonio, ese compromiso es incluso con Dios. Así pues, decir simplemente que el amor se ha terminado es como decir que Dios nunca estuvo en medio de ustedes, y creer que aquella premisa era falsa es como no creerle a Dios. Por tanto, es necesario cuidar los compromisos que adquirimos, y más cuando se pone en juego la felicidad de otras personas.
El amor no se acabó: nos cansamos de seguir luchando por él
“El alma que anda en amor no cansa ni se cansa”, ha dicho San Juan de la Cruz. Nuevamente quisiéramos hacer hincapié en la lucha real por un amor real. El amor es de sacrificios, de entrega total y servicio; no podemos pretender amar sin nada de ello.
No hay nada más fácil que decir que ya no hay amor, y continuar en modo “descartables y desechables”. En tanto que lo complicado es decir que efectivamente nos cansamos, nos agotamos, y que ya no damos más. Nos seguimos excusando en la falta de amor, cuando quizás el problema seamos nosotros, algunos por no luchar, y otros por hacer que nuestra pareja luche tanto que al final ya no le quede más remedio que tirar la toalla. Sería bueno recordar que la fortaleza viene de Dios, y que con Él lograremos cosechar el amor que sembremos.
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Dicho todo esto, recuerda, por favor: el amor jamás se ha esfumado, sino que hemos sido nosotros los que hemos permitido que siga siendo invisible en nuestros actos y palabras.
Pero, ¿qué hacer, entonces, si ya no existen esas ganas de seguir luchando? El remedio: seguir amando. Como decía santa Teresa de Calcuta, “ama hasta que te duela, y si te duele, es amor”.
Atentamente,