Cuando hablamos de sexualidad, parece que todo se torna complejo. Depende mucho de la educación recibida, de lo que te hayan contado otros, de las experiencias vividas… ¿Está claro cuál es la mejor forma de vivirla? Veamos qué die la Iglesia Católica sobre la sexualidad en el matrimonio.
El mejor camino: lo unitivo y lo procreativo
Según en qué punto nos encontremos, la propuesta de la Iglesia Católica se nos puede hacer más o menos viable: la Iglesia defiende que en toda relación sexual no se separe lo unitivo de lo procreativo. A pesar de la protesta que suele surgir en torno a esto, no me cabe ninguna duda de que la propuesta que nos hace la Iglesia es incomparable. Es de lo mejor que hay, porque pone en el centro a la persona, digna de ser amada por ser quien es, única, irrepetible e infinita. Y es que en el amor hay una norma: no utilizarse. Εres alguien, no algo.
¿Es algo que me imponen desde afuera?
Este es un camino bien marcado. Incluso hay quien lo siente como una imposición, como una carga moral. ¿Significa que estoy obligado a seguirlo? ¿Y si no me gusta (o no me conviene)? El papel de la Iglesia no es imponer unas normas estrictas, sino más bien ayudarnos en el camino, iluminando nuestra conciencia y fortaleciéndonos con los sacramentos. Así podremos elegir el bien, y evitar el mal: reconociendo —y esto es muy importante— que somos los cónyuges los primeros responsables en vivir nuestro amor conyugal en toda su posible plenitud.
Por eso, cuando entiendes que merece la pena fiarte del guía, las delimitaciones del camino ya no son vistas como normas u obligaciones, sino que pasan a ser hitos necesarios. Y los sigues con gusto, aunque te cueste. Es como aquel que descubre un manjar después de mucho tiempo comiendo mal, y se pregunta “¿cómo nadie me mostró esto antes?”. Desde ese momento, ya no querrá volver atrás. De alguna manera esas “exigencias” nos las imponemos a nosotros mismos, cuando entendemos que esta es la forma de alcanzar esa cima (¡esa felicidad!) que nuestro corazón anhela.
Necesitamos formarnos
La Iglesia es Madre y Maestra, y a través de su enseñanza descubrimos lo que verdaderamente corresponde a la naturaleza del amor conyugal. Nosotros respondemos fiándonos de sus indicaciones. Para ello, especialmente hoy en día, necesitamos formarnos bien, ir a las fuentes fiables y no dejarnos llevar por los aires que nos confunden constantemente —podéis leer, por ejemplo, el Catecismo, o la encíclica Humanae vitae, así como numerosos libros que dan luz y nos ayudan a entender mejor.
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¿Y sabéis qué es lo bueno de este recorrido? Que no lo andamos solos. En el matrimonio, somos dos que nos apoyamos en la ayuda divina que nos sostiene y nos alienta. Es posible que, en este recorrido vital, caigamos cientos de veces, ya que no somos perfectos. Pero lo importante es tener clara la meta, a pesar de desviarnos constantemente.
Al mismo tiempo, los matrimonios debemos mostrar a otros este camino, no porque nos creamos mejores —¡eso estaría bastante mal!—, sino porque deseamos que otros también participen de la profunda alegría, serenidad y plenitud que hemos encontrado en nuestro matrimonio.
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