Por: Carolina Sánchez Agostini*
Las nuevas tecnologías han revolucionado el mundo de la técnica, de la investigación, de la comunicación… y también el de las relaciones. La posibilidad de estar a un clic de cualquier persona, de transmitir lo que quiero y cuando quiero, la sensación de que no hay límites ni fronteras para conocer a alguien se hacen cada vez más patentes en esta nueva forma de vincularnos. Estamos a un clic de la seducción y, también, a un clic de la vulnerabilidad.
¿Qué es sexting?
En una reunión con jóvenes, hace poco, una persona trajo a colación el tema del sexting. Se generó un interesante debate acerca de las consecuencias del sexting si esas fotos íntimas se viralizaban. De repente, alguien aportó una solución: «Es fácil: para que no te pase eso, si no le tenés confianza a la persona a la que le vas a mandar la foto, recortá tu cara, que no se vea».
Que la solución esté planteada así manifiesta al menos dos cuestiones importantes para analizar: la despersonalización (la identidad se ausenta en la seducción) y la falta de confianza (o la confianza traicionada) en las relaciones.
¿Qué se comparte cuando se reenvían imágenes eróticas a través de redes y grupos de WhatsApp? Reenviamos cuerpos sin rostro y sin alma. ¿Y la persona que está en esa imagen? ¿Cómo se sentirá sabiendo que su foto está viralizándose? ¿Puede ser un tipo de agresión mirar imágenes íntimas de una persona sin su consentimiento?
Sexting y desconfianza
Recortar la cara por miedo al chantaje refleja una relación atravesada por una profunda desconfianza. ¿Por qué comparto mi intimidad con alguien si pienso que es capaz de exponerme y traicionarme? ¿Qué nos está pasando, que el principal desafío de las relaciones es minimizar el riesgo y protegernos en el anonimato?
Los resultados preliminares de un estudio de estilos de vida de adolescentes que desarrollamos desde la Universidad Austral arrojaron que cuatro de cada diez jóvenes recibieron fotos íntimas de personas a quienes conocían.
El sexting es cada vez más frecuente y hay investigaciones que comienzan a vincularlo con malestar psicológico, con una variedad de comportamientos de riesgo para la salud, conductas sexuales específicamente riesgosas y acoso cibernético (a su vez, relacionado con síntomas depresivos).
Nuevas tecnologías y educación sexual
El proceso gradual de maduración de niños, niñas y adolescentes reclama abordar la práctica de compartir imágenes íntimas con connotaciones sexuales en la educación sexual integral. Las nuevas tecnologías nos exponen a todos a las presiones para compartir imágenes íntimas (no solo de conocidos, sino también en las redes, bajo seudónimos, para engañar) y es fundamental conocer los riesgos y el impacto que esto tiene en la propia intimidad. Bajo amenazas de publicación, chantajes y juegos psicológicos se puede caer en espirales de dependencia en las oscuras manos del abuso sexual infantil y el grooming.
En las familias y en las escuelas, es necesario abordar estos temas con claridad y, en la medida de lo posible, con conocimiento científico que acompañe el marco de valores de cada uno. La vulneración de la intimidad puede dejar heridas profundas en el corazón y la autoestima. El mejor antídoto para evitar las conductas de riesgo es promover una educación sexual integral que fomente las relaciones positivas y saludables, el reconocimiento del valor y la dignidad que tiene cada persona, la responsabilidad y salud en las relaciones, la lealtad y la fidelidad a la confianza que nos depositan.
La educación sexual integral se transmite, día a día, cuando incentivamos a los adolescentes a desarrollar su proyecto de vida relacional, para vivir sus relaciones con profundidad, lejos de los chantajes y presiones, que nada tienen que ver con el amor y con la seducción.
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* Investigadora y Profesora. Directora de la Diplomatura en Educación Sexual Integral de la Universidad Austral (Argetnina). En Instagram, la encuentras como @espacio.esi. Este artículo fue publicado originalmente en el diario La Nación.