Seamos honestos: nadie disfruta discutir. Pero es un hecho que todos hemos tenido discusiones con alguien en algún momento. Tener diferencias es parte de la vida, es normal tenerlas con la familia, los amigos y los compañeros del trabajo… Entonces, ¿por qué a veces nos asustamos cuando tenemos discusiones con nuestra pareja?
Creer que la pareja perfecta existe es de las mayores mentiras que nos gusta creer. Y digo “nos gusta”, porque amamos la idea de un amor excesivamente sentimental. La verdad es que las relaciones estables y duraderas se construyen, tienen acuerdos, y aprenden a resolver sus conflictos de una manera pacífica. La clave está justo en la palabra “aprender”.
Así que, si estás en un noviazgo, no huyas en la primera discusión; más bien, aprende a ver esas situaciones como trampolines, y no como trampas. Aquí te van algunas razones por las que los conflictos son importantes en un noviazgo.
Los conflictos te ayudan a conocerte a ti mismo
Es fácil estar bien o mostrar tu mejor versión cuando todo marcha bien, pero es en los momentos álgidos en los que sale a relucir esa parte de nosotros que a veces quisiéramos esconder. La impaciencia, la inseguridad, la grosería, la indiferencia…
Procura siempre leer muy bien tus actitudes, respuestas y formas de comunicarte con el otro luego de una discusión. No te quedes sólo con lo que lees en la otra persona, e intenta, en cambio, evaluar tu forma de discutir. Así, en terapia individual y en oración podrás comenzar a modificar conductas que no ayudan a que las discusiones sean más conciliadoras.
Te ayudan a conocer al otro
Así como los conflictos te pueden ayudar a reconocer y abordar situaciones propias, discutir en el noviazgo te puede ayudar a conocer esa parte de tu pareja que no se evidencia en los mejores momentos.
Algunas veces podemos idealizar muchísimo a nuestra pareja, y los momentos difíciles nos ayudan a ver otra cara de la moneda, la que quizás no brilla tanto. ¡No te asustes! La cruda realidad es que nadie es tan perfecto como imaginamos; más bien, luego de cada discusión, medita sobre lo que significa para ti ver esa parte del otro.
Por otro lado, no tengas miedo de expresarle en un momento de más calma lo que más te costó durante la discusión, sin dejar de lado la parte que te corresponde a ti. Ten la premisa de que están construyendo una relación, y de que, por ello, también en las discusiones pueden ambos aprender a ser más conciliadores.
Nos ayudan a discernir
Me gusta pensar que hay dos maneras de asumir las diferencias. La primera es tomando una actitud fatalista, y queriendo terminar el noviazgo por cualquier discusión; y la segunda, buscar siempre la manera para funcionar mejor.
¡Ojo! No estoy diciendo que todo se puede negociar para ser compatibles con el otro. Pero definitivamente sí es importante tener una actitud madura, y ver las discusiones como una oportunidad para saber si estamos o no estamos con la persona idónea.
Así pues, piensa en la manera de resolver conflictos como un terreno importante de evaluación de la relación. Es decir: si incluso en las discusiones saben llegar a acuerdos y crecen de manera individual, tenerlas no será un problema, sino más bien, una posibilidad de madurar.
Si, por el contrario, los conflictos los llevan a dañar su autoestima, a negociar lo no negociable o a sentirse poco valorados, es momento de repensar si estás haciendo bien en ese noviazgo.
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Para cerrar, quiero invitarte a pensar en que puedes amar muchísimo a una persona, y aun así tener razones de peso para decidir no estar con ella. Así que ponle atención a cómo resuelven sus diferencias, y a reconocer cuándo están -o no- siendo conciliadores.
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