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Sound of Freedom y la pornografía

El estreno de la película Sound of Freedom ha traído una gran conmoción sobre el tráfico sexual de niños. Una película fuerte, cruda, alarmante, que te destroza por dentro. Sin embargo, es poco el dolor del espectador comparado con la crueldad que viven miles y miles de niños, pues, tristemente, esta película muestra la realidad.

Una frase que resonó muy fuerte en la película es: “la droga es vendida una vez al día, pero los niños son vendidos de 5 a 10 veces al día.” Pensar en esos niños que son comercializados —y en esos padres que todos los días ven las camas de sus niños vacías—, no solo nos debe producir tristeza, sino que nos debe interpelar a movilizarnos para erradicar la explotación sexual infantil. 

La pregunta obligada e inmediata es: “Y yo, ¿qué puedo hacer? No soy un agente de rescate como Tim”. La respuesta es: Tal vez hoy no lo seas, pero te podes convertir en uno. En nuestras manos está el poder rescatar a esos niños aun con pequeños actos cotidianos. Concientizar, visibilizar y no tomar una postura de indiferencia, nos puede conducir a vivir la experiencia de salvar el futuro de miles de niños.

No seamos cómplices

La explotación sexual infantil no es posible con una sola persona: se necesitan de muchos actores que actúen en complicidad. Así, intervienen quienes investigan sobre los niños, quienes los roban, quienes los trasladan, quienes los controlan, quienes los someten, quienes silencian a distintas autoridades a través de coimas, quienes consumen, y quienes conocen del consumo pero prefieren mantenerse en silencio. Estos últimos, actuando tan cobardemente, también son cómplices.

Tal vez aún no te hayas identificado con ningún perfil de complicidad, pero hay otro eslabón importante. La trata de personas no inicia cuando el niño es secuestrado o cuando se difunden sus imágenes. La trata de personas comienza mucho antes: comienza con la hipersexualización de los menores a través de la música que escuchan, la manera en que los visten, el tipo de bailes erotizados en los que participan, y las letras de canciones con contenido sexual y violento que escuchan. 

Los niños desde muy temprana edad son expuestos a ver programas de televisión o diferentes medios sociales que están pornificados. Se ha perdido el sentido común de los adultos que aplauden a un niño que se está siendo hipersexualizado. Hipersexualizar a un niño es promover el consumo de pornografía infantil.

Dejemos de romantizar el consumo de pornografía

La aceptación social y cultural del consumo de pornografía significa naturalizar la relación utilitaria con otro, quien solo viene a cumplir la función de otorgar placer sexual.

Es enorme el daño que está causando al desarrollo afectivo de los adolescentes y jóvenes el consumo de pornografía. En efecto, esta muestra una realidad sexual que no solo no es sana, sino que es violenta y humillante. No es la realidad sexual que, como hombres y mujeres estamos, llamados a vivir y experimentar. 

Cuando el modelo de  educación sexual es la pornografía, terminamos actuando lo que vemos. Al hacerlo, las personas pasarán a ser objetos. La pornografía no es más que un foco de contaminación de las mentes.

Consumir pornografía desata una adicción peor a la de cualquier sustancia nociva. Como cualquier adicción, el cuerpo va a pedir una mayor dosis para mantener el nivel de excitación. Se despierta un apetito sexual insaciable. La insatisfacción conduce a la búsqueda de nuevas experiencias, y el mismo consumo de pornografía dispone la mente a esperar satisfacción sexual a demanda y gusto del consumidor. Este avanza consumiendo cada vez contenido más explícito y violento —pues la pornografía presenta el dolor y el sufrimiento como un medio para obtener placer—. 

Esa sensación de insatisfacción hará que se busque pornografía cada vez más “fuerte”, y el millonario negocio de la pornografía está preparada para ofrecerlo. Claro está, sin importar que esto se haga a costa de un daño a personas vulnerables. 

La pornografía es un camino que confluye con la trata de personas

Cada vez que se produce y distribuye pornografía, se ha producido trata de personas. Catherine Mackinon, profesora de leyes de Harvard, decía al respecto: “Consumir pornografía es una experiencia de sexo comprado”. Y comprar sexo crea un hambre de seguir comprando, deshumanizando, y actuando según lo que se ha visto. 

La pornografía es publicidad para el tráfico de personas porque los traficantes utilizan fotografías de sus víctimas para promocionar lo que ellos consideran “su producto”. La pornografía no viene más que a deshumanizar a las personas, a utilizarlas como mercancía, como un producto. Y luego de cumplir su “función” de otorgar placer, el producto puede ser desechado.

Sin consumo no hay trata

El tráfico sexual terminará cuando no exista demanda. La demanda dejará de existir cuando el deseo sexual desordenado, torcido, corrompido y pervertido deje de ser promovido.

Un documental sobre el tráfico sexual, Rape for Profit —Violación Lucrativa— expresó lo siguiente: “La prostitución es el acto principal, la pornografía es el ensayo de vestuario. Lo ven, lo desean, van y lo actúan. Cuando una sociedad está demandando más pornografía, está demandando más mujeres prostituyéndose.”

Vivimos en una sociedad que presenta la pornografía como un medio de educación sexual. Es natural entonces que la cultura busque sexo como si fuera un bien de uso. Visto así, el tráfico sexual se convierte en una práctica “natural”. “Natural” no significa correcto; en este contexto, significa egoísta, hedonista, perverso, y todo lo malo que a usted, lector, se le pueda ocurrir. 

***

La pornografía es el germen de la trata de personas y del abuso sexual infantil. La pornografía es una causa raíz que alimenta la demanda de más víctimas de explotación sexual.

Enfrentar la pornografía significa confrontar la cultura. Las mentiras en torno a la pornografía necesitan ser disipadas. La gran mentira de la pornografía como la triple A —Asequible, Accesible y Anónima— ha hecho que esta perversión avance, se establezca y se promueva culturalmente. La pornografía no solo no satisfará el deseo sexual del consumidor, tampoco le ayudará a construir relaciones sólidas, dañando más bien la mente de quien la consume.

Sin consumo, no hay trata. La toma de conciencia y el aporte de cada uno de nosotros en esta lucha puede cambiar la realidad de miles de niños. Todos podemos ser un héroe como el agente Tim. Con una denuncia, con un click, o con un “no”, estamos promoviendo una infancia una y sexualidad más sanas.

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