Por: Joshua Broome*
Yo participé en más de mil películas pornográficas, gané varios premios, viajé por el mundo y recaudé más de un millón de dólares gracias a la industria de la pornografía. Algunas personas pueden echar un vistazo rápido a mi fama, y lo que para mí se sintió como una fortuna, y decirse a sí mismos: «Me encantaría tener esa vida». Pero no saquen conclusiones rápidas. La mía no es una historia positiva: está llena de soledad, depresión y una crisis de identidad que casi me lleva a acabar con mi vida.
Cómo empezó todo
Crecí en un pequeño pueblo llamado Pageland, en Carolina del Sur, que es la autoproclamada capital mundial de la sandía. No lo es, pero nos agrada pensar que sí. A pesar de vivir en la misma ciudad que mi padre, nunca tuvimos relación. Mi madre y yo vivimos con sus padres y hermanos, hasta que ella conoció a un hombre del cual se enamoró por completo. Por desgracia, ese hombre abusó de ella física y mentalmente estando bajo la influencia de drogas pesadas, lo que nos dejó destrozados, pobres y abandonados.
Nos mudamos a una vivienda social de propiedad del Estado, y luego, a un apartamento más bonito. Mi mamá era una luchadora, y hoy estoy vivo gracias a que ella inculcó en mí una actitud de fortaleza mental que no me permitía darme por vencido. Si bien me escondía tras la máscara de un adolescente seguro de sí mismo, en verdad me sentía profundamente incompetente, incapaz e ignorado. El sentimiento de rechazo me asustaba, pero a su vez me hacía sentir que tenía que demostrar algo. Eso me hizo trabajar más que la mayoría de la gente, aunque también me convirtió en un insensato, en alguien con quien era imposible tener relaciones genuinas.
Mi infancia fue relativamente normal. Tenía amigos, practicaba deportes y, con el tiempo, fui a la universidad. Como muchos, me aproveché de la libertad que tenía en esta etapa de mi vida. Fui a muchas fiestas, me uní a una fraternidad, tuve relaciones con todas las chicas con las que pude y, también, tuve trabajos de medio tiempo. Fue en esta época en la que empecé a consumir mucha pornografía, y la verdad, nunca pensé demasiado en eso. Sin embargo, siempre había dentro de mí algo que me hacía engañar a mis novias, dejar colgados a mis amigos, no aparecer, y encontrar cualquier forma de autodestruir toda oportunidad o relación que tuviera en mi vida.
Luego de un corto período en la universidad, decidí mudarme a Los Ángeles, California, para dedicarme por completo al modelaje y la actuación. Fue entonces cuando la industria de la pornografía empezó a tener un mayor protagonismo en mi vida.
El comienzo de mi nueva vida en el porno
Al llegar a Los Ángeles, los primeros días me hospedé en un hotel, y luego, me encontré comprando un wrap en un McDonald’s en el cual mi tarjeta de débito fue rechazada. Estaba en bancarrota.
Por suerte, logré quedarme por un tiempo en la casa de alguien que me ayudó a encontrar un trabajo en un bar, y allí gané el dinero suficiente para compartir un apartamento con alguien que no conocía. Estaba ganando una buena cantidad de dinero allí, hasta que una noche, un grupo de chicas me preguntó si alguna vez había considerado dedicarme a la actuación. Había realizado varios trabajos de modelaje y actuación desde que tenía 15 años, y en ese momento, aspiraba a que esa fuera mi profesión. Sin embargo, ellas se referían a películas pornográficas, no a la actuación convencional, a la que siempre había querido dedicarme. Había mirado mucha pornografía hasta ese momento, y parecía interesante formar parte de esa industria. Es decir, ¿qué tan difícil podía ser?
Mi debut en la industria “más sexy” del mundo
Cuando quise darme cuenta, estaba firmando un contrato con la mejor agencia para adultos, en donde me habían prometido fama sin fin. Tan simple como eso. Siempre tuve dificultades para ser aceptado, y cada palabra que decía mi nuevo agente les hablaba directamente a mis inseguridades. Y así hice una película, y luego otra, y luego otra.
Luego de varios años, ya había participado en más de mil películas. No mucho después, había ganado el premio a «Artista del Año», e incluso había protagonizado la entrega de premios de la revista Adult Video News (AVN) en Showtime. Mis amigos lo vieron, lo cual llevó a que mis tíos, mis tías, mis abuelos, mi mamá y todas las personas que conocía supieran sobre mi carrera en la pornografía. Pasé de estar orgulloso de los premios que tenía en un estante en mi casa a avergonzarme por darme cuenta de lo que había hecho con mi vida.
La vergüenza y la culpa llegaron a un punto en el cual ya no podía ser indiferente a lo que estaba haciendo. Me sentí atrapado. Pensé que no podría hacer nada más, y la depresión se apoderó de mí. Realmente creía que había arruinado mi vida y que no tenía vuelta atrás. Entonces, continué haciendo lo necesario para ser aceptado. Nunca me atrajeron los hombres, pero yo sí los atraía a ellos. La idea de hacer pornografía homosexual, y así alcanzar un nuevo nivel de fama —además del dinero, los elogios y la atención—, de alguna manera empezó a tener sentido.
A esa altura, el sexo y un apretón de manos eran prácticamente lo mismo. No importaba si los otros actores eran mujeres u hombres, no importaba si había una sola cámara o cinco cámaras con un equipo de veinte personas. No me importaba nada. Esto se prolongó durante seis meses, hasta que un día, me encontré deseando estar muerto. Estaba humillado y había decepcionado a mi familia. Estaba seguro de que estaban avergonzados y no querían saber nada de mí.
El momento en el que volví a la realidad
Un día, fui al banco a depositar un cheque, y el empleado dijo: “Joshua, ¿puedo ayudarte en algo?”. Debido a que normalmente se referían a mí por mi nombre artístico, esta fue la primera vez que escuché en voz alta mi nombre real en meses —años, en verdad—. Me desperté. Me vi a mí mismo como alguien que estaba roto y necesitaba volver a la realidad.
Necesitaba a mi mamá. Necesitaba recuperar el sentido de lo normal. Ella me recibió con los brazos abiertos, luego de que le di mi apartamento y todo lo que tenía salvo mi ropa, a la primera persona que puede encontrar que quisiera hacerse cargo de mi alquiler.
Enfrentar los hechos
Ahora estaba en otro lugar y podía olvidar todo lo que había hecho. Sin embargo, pasaron pocos días hasta que los clientes del supermercado en el que trabajaba me reconocieron. Luego obtuve un trabajo en un gimnasio, pero pronto, ya todos sabían mi secreto. Esto pasó una y otra vez. Durante años traté de escapar de mi pasado. Intenté esconderme y olvidar todo, pero mi paso por el mundo de la pornografía seguía apareciendo ante mí. El sufrimiento mental y emocional de lo que había hecho era abrumador.
Luego de un tiempo, conocí a una chica inocente, perfecta, fascinante. Pero sabía que, como muchos, sentiría repulsión si conocía mi pasado. Estaba listo para el rechazo, por lo que le dije todo sobre mí. Le conté mis secretos más oscuros… y, ¿sabes cuál fue su respuesta? Me aceptó por lo que era en ese momento, y me dijo que mi pasado no afectaba a la persona en la cual me podía convertir. Finalmente, ser honesto se sintió alentador y liberador.
Darme cuenta de lo que siempre había querido
La fama no era lo que siempre había querido, sino la experiencia del amor y la aceptación. Tampoco el dinero era lo que necesitaba para sentir que mi vida tenía valor, sino alguien que me diera la oportunidad de sentirme valorado.
He estado con la mujer que vio potencial en mí desde que nos conocimos. Hemos soportado incontables ataques debido a mi pasado, pero nuestras victorias fueron aún más numerosas. Hace casi cinco años que estamos casados, tenemos dos hijos, y juntos estamos a cargo de una organización sin fines de lucro mediante la cual llevamos a cabo nuestra pasión: acercarnos a jóvenes adultos y ayudarlos a construir su propia identidad, en lugar de dejar que la sociedad y las experiencias negativas los alejen de sus sueños.
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Hoy en día, me encuentro fervientemente abocado a luchar contra la pornografía. Las cicatrices invisibles que llevo siguen afectándome emocional y mentalmente hasta el día de hoy. A través de la honestidad, estableciendo límites y acompañado de personas responsables, he logrado tener éxito en la batalla contra la pornografía, pero es un proceso constante. Es una batalla que estoy atravesando personalmente y uso mis experiencias para ayudar a otros a poder liberarse de aquello que casi acaba con mi vida. No es fácil, pero vale la pena. Siempre vale la pena luchar por amor.
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* Joshua Broome y su esposa Hope llevan casados casi cinco años y tienen dos hijos. Juntos fundaron y dirigen una organización sin fines de lucro y les apasiona guiar a los jóvenes adultos. Joshua publicará este año un libro llamado Prodigal Pornstar. Actualmente, se dedica a viajar y compartir su historia en todo el mundo. Puedes seguir a Joshua en Instagram: @iamjoshuabroome, TikTok: @iamjoshuabroome, o puedes enviarle un correo electrónico a [email protected].
Este artículo fue adaptado y traducido al español por la traductora del Ama Fuerte Team, @sophie.des. El título original es: Joshua´s story: Why I left the porn industry.