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Tres consejos para luchar con la dependencia a la masturbación

Recuerdo que, cuando cursaba el grado quinto en mi colegio (tenía aproximadamente entre 10-11 años), teníamos una semana que era dedicada a la salud. Llegaban expertos a hablar sobre el tema y nos dividíamos en grupos para recibir jornadas formativas sobre, por ejemplo, la salud mental, el cuidado de los dientes, el cuidado de los ojos, etc.

Aunque muchas de estas charlas eran optativas, había una en particular que era, en cierto sentido, obligatoria para todos. Esta era la clase sobre educación sexual.

Recuerdos de la hipersexualización en la escuela primaria

En ella (claramente, al estar permeada de una perspectiva bastante ideológica), se nos hablaba sobre cómo evitar un embarazo inesperado, no contagiarnos de alguna ETS (te recuerdo, que teníamos 10-11 años) y, también, cómo nosotros teníamos el derecho o, casi, la obligación de gozar plenamente de la sexualidad.

Para esto, se nos proponía una práctica que comúnmente es conocida como una práctica de autoconocimiento, amor propio o disfrute personal. Así es, hago referencia a la práctica de la masturbación. 

Despertar sexual prematuro

El problema es que los receptores de esta charla no eran personas adultas, con vidas realizadas y, aún más, con una conciencia formada. Quienes recibíamos esta charla éramos niños de 10 u 11 años. Hoy, te comparto un poco de mi historia para que podamos comprender la «educación sexual» que se imparte en algunas instituciones educativas.

Esto significa, en esos casos, no solo un despertar sexual prematuro, sino también, la introducción de la persona al fenómeno de la hipersexualización, lo que tarde o temprano deriva en adicciones o compulsiones sexuales.

Es por eso que hoy, conociendo la realidad de muchas personas que, desde edades tempranas, enfrentan este tipo de problemas en su sexualidad, quiero compartirte, a continuación, consejos para darle frente a la lucha contra la masturbación.

1. Reconocer el problema

Probablemente, si estás leyendo este artículo, es porque entiendes por qué la práctica de la masturbación constituye no solo materia grave, sino también, por qué afecta múltiples ámbitos de la persona.

Por eso mismo, en este primer punto de reconocer el problema, no quiero hacer referencia precisamente a explicarte por qué la masturbación está mal, sino que intento llevarte a identificar otro tipo de experiencias, heridas o traumas que pueden llevar a la persona a buscar o encontrar algún tipo de salida en esta práctica.

Algunos de los padres de la Iglesia, en sus enseñanzas, nos muestran cómo todos los deseos, anhelos, pasiones (aún las más desordenadas) significan la búsqueda de algo mucho más grande o, en palabras del doctor Bob Schuchts, buscamos abastecer «necesidades legítimas insatisfechas». Esto quiere decir que, si bien la masturbación es un problema en mayúsculas para la vida de muchos, lo que hay tras esta adicción y compulsión es, siempre, una necesidad o un deseo que es legítimo y santo. Así, detrás, hay, entonces, un anhelo que, por alguna circunstancia, no ha sido satisfecho o abastecido plenamente.

Al ocurrir esto, es fácil encontrar en la masturbación una forma de abastecer o satisfacer dicho deseo por un instante. Al no ser abastecido totalmente, se crea la dependencia y compulsividad por la práctica o, en otras palabras, con algo finito se intenta llenar algo infinito. Por eso mismo, para dar esta batalla y encontrar nuevamente la libertad en este ámbito, es muy importante encontrar la raíz del problema.

Te dejo, entonces, unos cuestionamientos que te pueden servir para que, en un momento profundo y sincero de oración, con la ayuda del Espíritu Santo, puedas dar respuesta y encontrar la raíz de tu compulsión: ¿cuál es el deseo o necesidad que tienes ahí, qué buscas o anhelas? ¿Lo has podido satisfacer? ¿Esta práctica te lo satisface totalmente? ¿Si tuvieras una forma distinta y duradera de satisfacer esa necesidad fuera de esta práctica, lo harías?

2. Tu alma también necesita sanación

Cuando hablamos de estos deseos o necesidades insatisfechas, tenemos que ser muy conscientes de que, en su mayoría, habitan en la dimensión espiritual de la persona, es decir, en el alma. Claramente, al ser nosotros una unidad de cuerpo y alma, si no se atienden estas experiencias hirientes, inevitablemente, nos llevan a un ciclo de pecado compulsivo. Así, se entorpece nuestra capacidad de intimidad y de amor auténtico. También, se tocan todos los ámbitos o dimensiones que nos componen.

Por eso mismo, es de vital importancia comprender que, si nuestro cuerpo necesita sanación, nuestra alma se ve necesitada igualmente de esta sanación. ¿Cómo encontramos esa sanación? Llevando nuestras necesidades y deseos insatisfechos, pero también nuestra experiencia herida, al único que no solo puede sanarlas, sino que, además, puede abastecerlas completamente.

Para sanarse hay que sanar a toda nuestra persona y esto incluye el ámbito espiritual. No es suficiente ir solo a terapia, se necesita de la ayuda de la gracia y la presencia viva de Jesús en los sacramentos y en su Palabra.

Sobre esto hay algo que me parece importante aclarar y es que la ayuda espiritual no remplaza la ayuda profesional (aplica en sentido contrario). Ambas se complementan de una forma perfecta y logran integrar plenamente a la persona humana. Esto quiere decir que, en la lucha por salir de una adicción y compulsión sexual, en muchos casos, se requiere integrar estas dos ayudas. La espiritual te da la gracia y la profesional trata los daños y las repercusiones de las heridas y de la compulsión en el presente.

3. Ser vulnerable es ser humano

Cuando hablamos del pecado sexual o de compulsiones de este tipo, son muy pocas las personas que, de forma inmediata, levantan su mano y reconocen estar atadas de algún modo a esto y que, a su vez, piden ayuda. Esto es porque, evidentemente, representa una experiencia no solo dolorosa, sino también, vergonzosa para quien la vive.

Sin embargo, una de las cosas más dañinas que existen es luchar en el silencio. Esta lucha silenciosa, primeramente, puede hacer que quien lucha crea una máscara, precisamente, con la intención de salvaguardarse de alguna forma. Esa máscara le impide, así, asumir sus propias heridas, pero también, le inhibe presentar de una forma sincera y honesta su corazón a Dios. En segundo lugar, luchar silenciosa y solitariamente es muy complejo y difícil. 

Ser vulnerable es ser persona, es ser humano. Este es un tema que no con todas las personas se puede tratar porque, o no van a generar un espacio seguro para comprender tu historia, o van a caer en juicios y condenas. Por eso, te puedo asegurar que hay personas de muy buen corazón que Dios ya ha puesto en tu vida a las que puedes confiarles tu quebrantamiento y puedes exponer la lucha que estás teniendo.

No estás solo en esta lucha y Dios, también, quiere luchar contigo y afuera hay muchas personas dispuestas a darte una mano, poner su hombro y contigo cargar la cruz. No tengas miedo de pedir ayuda. Solos no podemos. Unidos, todo es diferente.

***

Para concluir, si bien el camino a la libertad no es fácil ni rápido, es posible, muy posible. Dios quiere pasar y obrar por tu vida de forma grande y milagrosa, quiere sanar y restaurar tu sexualidad. ¡Ánimo! Cerramos, citando al Padre Pio: «tu lucha silenciosa hace ruido en el cielo».

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