La principal razón por la que elegí hablarles de este tema es porque en este momento necesito tanto como ustedes leer sobre la confianza en Dios. Hace poco escuché que es diferente creer en Dios que creerle a Dios. Una persona puede creer que Dios existe, que es real y que es poderoso, pero no necesariamente creer que va a actuar en su vida con poder.
Algo que me sorprendió mucho la primera vez que lo oí es que los demonios también creen en Dios. Es decir: saben que existe, saben que es real, pero no le creen, y menos, le obedecen.
Poner nuestra confianza en Dios suena tan bien, pero, ¿cómo es posible? Todos los días enfrentamos una y otra vez situaciones que nos retan, nos preocupan, nos angustian, nos dan miedo o nervios y hasta nos causan dolor. Lo vivo en carne propia. Especialmente cuando se trata de algo que te duele, ¡puedo entenderte! Así que, ¿por qué confiar cuando todo lo que está delante de ti te dice lo contrario?
La confianza en Dios se da paso a paso
La confianza en Dios se construye y, además, es un regalo. ¿Cómo así? Cuando tú decides seguir a Dios no es que al día siguiente te levantas y ya confías en Él. Son pasos que vas dando, empiezas a tener una relación con Él y vas empezando a experimentar cómo obra desde cosas pequeñas hasta cosas grandes. Dios te va a permitir ver claramente cómo interviene en tu historia. Así, poco a poco, con ayuda de tu memoria vas entendiendo algo: si ya hizo eso por mí, ¿por qué no haría esto otro?
La fe nos muestra que Dios tiene el control
En ese proceso, si te mantienes en oración y recibiendo los sacramentos, vas a ir recibiendo la gracia de la Fe. Como un regalo del cielo, la fe te ayudará a creer que Dios tiene el control, ¡por encima del control que tú creías tener sobre tu vida! No vas a confiar solo en tus fuerzas y en que tú eres capaz, sino sobre todo en que Dios está en el timón.
Creemos sin ver, lanzados a la Providencia
Una jaculatoria que yo me repetía mucho cuando empecé a aprender sobre la confianza en Dios y atravesaba por momentos difíciles era: “Creo, Señor, sin ver todavía”. De hecho, cuando mi esposo enfermó de cáncer, esta era una de las frases que más aliviaban mi corazón.
Cuando se trata de milagros grandes que quieres ver en tu vida, es aún más complejo. ¡Pero se trata de un camino que puede aumentar mucho más tu fe! Se trata de lanzarte a ciegas a su providencia. De entender que “como los cielos distan de la tierra, así sus caminos son más altos que tus caminos” Isaías 55, 9.
Cuatro tips para aprender a confiar en Dios
- Escribe los favores que te va regalando Dios: la memoria es muy frágil. La mejor forma de recordarlos es escribiéndolos con detalle para que, cuando dudes, leas todo lo que Dios ya ha hecho por ti. Eso reavivará tu Fe para entender que Él siempre ha tenido el control, y que lo seguirá haciendo.
- Haz oraciones de agradecimiento: empieza por agradecer uno a uno los favores que Dios te ha concedido. Con nombre y apellido, siendo muy puntual y descriptivo en lo que Dios ya ha intervenido en tu vida. Así, tu espíritu irá recordando el poder Dios y confiará en que, en el futuro, Él seguirá actuando a tu favor.
- Lee la Biblia: conocer los milagros y favores que Dios ha regalado a sus hijos a lo largo de la historia te encenderá la Fe. Además, recuerda que la palabra de Dios no es letra muerta, sino que es viva y eficaz. Eso quiere decir que entra en tu corazón, y no regresa sin haber causado algún efecto.
- Apóyate en jaculatorias o citas: pueden ser de santos o de la Biblia. Cuando dudes, repetir algunas frases en tu mente te dará fuerzas para tener calma y paciencia. A mí me encantan estas: “Nadie que ponga su confianza en Dios quedará defraudado” (Salmos 25, 3) y “ El que comenzó en ustedes tan buen trabajo, lo continuará hasta concluirlo” (Filipenses 1, 6).
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Por último, quería dejarles esta canción, que más parece un poema de abandono en Dios, y que es de mis favoritas:
Esperar en ti, difícil sé que es.
Mi mente dice no, no es posible.
Pero mi corazón confiado está en ti.
Tú siempre has sido fiel, me has sostenido.
Y esperaré, pacientemente.
Aunque la duda me atormente,
Yo no confío con la mente:
lo hago con el corazón.
Y esperaré, en la tormenta.
Aunque tardare tu respuesta,
Yo confiaré en tu providencia.
¡Tú siempre tienes el control!